LA SABIDURIA DE LA NATURALEZA

La naturaleza es sabia porque responde a las leyes divinas que dicta el creador del universo.

No hay nada en la naturaleza que sea casual, antojadizo o errático. Por medio de sus manifestaciones se reciben permanentemente las enseñanzas que debemos aprender.

Nuestra ignorancia, producto de la falta de estudio de esas manifestaciones, nos mantiene a “oscuras” en este tema y por simplismo nos limitamos a disfrutar de las bellezas que nos regala o a lamentarnos por las reacciones drásticas que en ella observamos.

Para comprender por qué disfrutamos o sufrimos las manifestaciones de la naturaleza, debemos recordar las razones por las cuales fue creada.

Los mundos son creados para posibilitar la convivencia pacífica y armónica de los hombres. La creación fija las leyes que guiarán a los mundos y a los hombres al objetivo de comunión, solidaridad y fraternidad.

Cuando el hombre altera la armonía de la naturaleza, está violando las leyes divinas que la rigen y como lógica consecuencia aquella se manifiesta dando respuesta a esa alteración.

Ya es tiempo que la mayoría de los seres humanos que habitamos este planeta comprendamos que no hay efecto sin causa, que toda acción genera una reacción y que si se siembran tormentas se cosechan tempestades. Esto lo enseña la ley de causalidad.

En tanto no tomemos conciencia de la sabiduría divina que rige la naturaleza, no entenderemos cuál es la enseñanza que nos brinda en cada una de sus manifestaciones. Al no comprender las enseñanzas que nos imparte, es posible que muchos de nosotros lleguemos a pensar que el creador actúa caprichosamente, repartiendo bellezas y catástrofes en forma indiscriminada. ¡Esto no es así!

Es el hombre el causante de todas las alteraciones que se producen en la naturaleza. Sus pensamientos destructivos generan acciones destructivas y por la ley de causa y efecto, esos pensamientos y acciones alteran el equilibrio natural que tiene todo el sistema ecológico.

La mente sana mantiene el cuerpo sano en el hombre. El cuerpo humano es el “mundo” individual en donde habita el espíritu del hombre.

La familia sana construye un hogar sano. El hogar es el “mundo” donde se desarrolla la vida en familia.

La humanidad sana mantiene un mundo sano. El mundo Tierra es el “hogar” donde habita la familia humana.

Las leyes divinas rigen la vida del hombre, de la familia y de la humanidad. El objetivo que se proponen con su eterna vigencia, es el de educar al ser humano para que viva en paz y armonía consigo mismo y con sus semejantes.

La naturaleza es sabia. La soberbia del hombre, que es la máxima ignorancia, no le permite comprender lo que la naturaleza le enseña por medio de sus permanentes manifestaciones.

El hombre de este fin de siglo, individual o colectivamente considerado, tiene el libre albedrío para adherirse o no a la convivencia armónica que requieren las leyes divinas que rigen el universo.

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