CRUCE DEL MAR ROJO: EL CUENTO DE LA DIVISIÓN MILAGROSA DE LAS AGUAS

Lo primero que hay que aclarar es que en el plano físico no existen los poderes, por lo que esto solo ya da por tierra el relato bíblico de la apertura de las aguas por Moisés.

Desde ya que dejamos de lado totalmente la intervención de Jehová porque eso sería caer en demasiado infantilismo.

Tampoco hubo intervención extraterrestre, de modo que lo único que queda es el relato de un hecho que nunca ocurrió.

¿Pero qué sucedió en realidad? Bueno, la historia sintetizada es que en esa época hubo una gran sequía que hizo que las aguas del Mar Rojo estuvieran bajas, circunstancia que fue aprovechada por Moisés para hacer cruzar por allí a sus protegidos.

Los perseguidores egipcios no estaban pegados a los talones de sus perseguidos como se dice, sino cuanto menos a un día de distancia.

Cuando los egipcios llegaron hasta la orilla del Mar Rojo, éste estaba crecido porque los factores climáticos se habían modificado y sus aguas corrían torrentosas.

Como cualquiera puede suponerse, los perseguidores no se sentaron tranquilamente en la orilla a descansar diciéndose serenamente: “Hemos perdido la partida, qué lástima, aprovechemos para descansar y gozar del paisaje que mañana será otro día”.

No, no hicieron esto, sino que heridos en su orgullo porque se les había escapado la presa intentaron cruzar el río, y por supuesto muchos perecieron en el intento.

Los historiadores, que todos sabemos lo hábiles que son cuando de alterar los hechos se trata, vieron en lo que había sucedido una forma de ensalzar la figura de Moisés, y entonces le atribuyeron el poder de convocar las iras de Jehová para que abriera las aguas y, una vez que los israelitas estuvieran a salvo, para que las cerrara sobre los egipcios.

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