Todos hemos oído de las condiciones terribles en las que viven los animales que comemos, hemos visto imágenes de pollos enjaulados, vacas con lodo hasta el pecho, cerdos apachurrados en espacios mínimos, alimentados en una dieta continua de granos transgénicos y antibióticos. Muchos de los animales que son criados siguiendo producción en masa están enfermos, miserables, viven y mueren enjaulados —vidas innegablemente anti-naturales. Un poco de sentido común dicta que la comida nos nutra debe de estar bien nutrida también, sin embargo, las prácticas “modernas” garantizan lo opuesto a un alimento sano.
Frescura
Si el producto no es nacional, las probabilidades de que este sea fresco son muy bajas. Ya que el mercado globalizado ha permeado la industria alimenticia, prácticas más que cuestionables también lo han hecho, por ejemplo la práctica de inyectar gas de monóxido de carbono a la carne para que esta tenga una apariencia más agradable, o carne de cordero neo zelandesa que viaja hasta por dos meses antes de ser consumida.
¿Cuántos químicos tiene la carne?
Aparte del uso desmesurado de antibióticos y conservativos, durante la vida de un animal este también recibe un cóctel químico con vacunas, analgésicos y hormonas del crecimiento. El cóctel mortal de químicos sin embargo, no para ahí, también tiene los ingredientes cosméticos, o sea aquellos que hacen que la carne se vea fresca como el antes mencionado gas de monóxido de carbono (que es venenoso), “pegamento de carne” y productos nuevos creados a base de partes animales como la infame baba rosa; se encuentra hasta en el 70% de la carne procesada y usa sustancias como amoniaco para hacer que la carne se vea más atractiva.
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